Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa; el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”. Horacio Verbitsky



Con Spinetta: “Para saber cómo es la soledad…”

Empecé en el periodismo para dedicarme el rock. Desde muy joven, cubría los festivales Chateau Rock y La Falda (Córdoba 1986 y 1987) cuando, mientras andaba por detrás del escenario, nos cruzamos. Spinetta se retiraba, muy contento, y ya desde la ventanilla del micro, se asomó y saludó a todos; me miró –yo estaba justo debajo– y  me cantó en inglés. 
Años después, en Quilmes, le devolví la gentileza. 
El 19 de mayo de 1988, cuando tocó en la Av. Yrigoyen, entre tema y tema se detuvo a hacer unos ajustes de sonido. En medio del silencio, le grité una larga improvisación que resonó en el pequeño Estadio Chico en el que estábamos:
"Los marcos de la historia serán sólo pueriles vástagos que sostendrán el entorno de tu alma enclavada en el destierro de la eternidad"…
Las exclamaciones no me dejaron terminar, pero el Flaco calló a todos y me pidió que lo repitiera:
–¿Es tuyo eso?
–Sí. Disculparás. Imaginería absurda la mía.
En medio de la expectativa y el silencio, El Flaco los hizo reír a todos cuando pidió:
–Un médico ahí, por favor –Y siguió con el recital.
A la salida, yo estaba cerca de los camarines y el baterista, Jota Morelli, me hizo pasar al grito de:
–Flaco, acá te busca un poeta.
Entre risas, me convidaron una gaseosa y Guillermo Arrom, su guitarrista, nos tomó la foto. Hablamos de sus bandas El Güevo y de otra mucho más añeja: Madre Atómica.
Además de las fotos, tengo de testigos a Mónica Lucchi (de Villa Adelina, cuyo hermano era muy amigo de Spinetta y de Moris) y a Víctor Alvero de “Por Si Las Moscas” (FM Sur, la radio de El Sol, de Quilmes).
En otros varios casos, tuve oportunidad de entrevistar al Flaco con más tiempo, como la vez que hablamos de la vida y la política en Shams (un reducto de jazz sobre F. Lacroze, en Belgrano), donde nos tomó las otras fotos con su banda: Mono Fontana y Arrom; 'Machi' Rufino; sus coristas Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland.
En 1989, el cumpleaños de Spinetta coincidió con la incursión guerrillera sobre La Tablada. Yo estaba en camino a verlo para llevarle un regalo confeccionado por María Cristina Rodríguez (“Yoko”), de Villa España: un tapiz de un faisán, con unos colores inventados por ella, que –según habría de contarme luego Dante Spinetta (hijo)– El Flaco lo tenía colgado en el pasillo de entrada a la casa.
Con Dante y sus hermanos y amigos nos tomaron otra foto el día que debutó su grupo “Pechugo” (Teatro Broadway, 25 de noviembre de 1988). Allí no solo Dante era un preadolescente; también Emmanuel Horvilleur –de 13 años– (aun no habían formado Illya Kuryaki and the Valderramas), estaban con Catarina Spinetta (años después, conductora en MTV); Valentino Spinetta (de remera verde; luego en el grupo A Tirador Laser); Guadalupe Lucas Martí (hijos de Eduardo, el fotógrafo amigo del Flaco, co autor de Quedándote o yéndote).
La última foto con los co equipers de Spinetta fue cuando estuvimos en el río de Quilmes para la gira de campaña de la UCR en la madrugada del 15 de abril de 1989, junto a Moura (de Virus, quien juega a tomarme del cuello) y a ‘Chofi’ Paruolo, quien manejaba los MIDI de Spinetta más otros miembros de su equipo.
Luego me alejé del rock, me metí a cubrir notas más comprometidas con lo político, lo social y el periodismo de investigación; otra historia.
Mi último recuerdo es el de la primera foto –la más antigua– del jueves 9 de octubre de 1986, a la salida de una "clínica" musical en el Centro Cultural Recoleta. Allí, le preguntamos cuál era el desafío. Respondió agarrándose fuerte el pecho a la altura del corazón.

“Alguien debió conservar y cuidar con amor este jardín de gente”.
Gracias, Flaco, por tanta poesía en todas sus formas.
Alberto Moya